Desmitificando y entendiendo al narcisismo
Son muchos los medios de (des)información y redes sociales que banalizan y satanizan los comportamientos narcisistas. Sin embargo, desde los rasgos narcisistas hasta el extremo psicopático hay un continuo extenso y diverso. Conozcamos la trascendencia del Yo ideal, de las emociones y del estatus como claves para abordar el funcionamiento y reformular las reacciones narcisistas
El peligro de la desinformación al hablar de narcisismo
En Instagram, en Youtube, en la web, la banalización del narcisismo ha hecho que el trastorno de personalidad narcisista esté en boca de todos. El enfoque desde la psicología muchas veces parte del prejuicio de que “un sujeto narcisista no tiene insight”, carece de una mirada hacia sí mismo que le permita acudir a consulta. Eso ha hecho que algunos lo utilicen como objetivo de todo tipo de artillería rastrera, culpabilizando a quienes tengan este trastorno desde distintas publicaciones: “cómo reconocer un narcisista en 6 pesos”, “10 cosas que debes saber sobre tu novio narcisista antes que sea demasiado tarde”, etc.
Abordar este tema desde la despatologización es el reto que alcanzar. Como todo trastorno, el trastorno de personalidad narcisista es un continuo que abarca desde el extremo psicopático, hasta los rasgos narcisistas, pasando por el trastorno de personalidad narcisista. Es un continuo, como una escala de grises. Eso significa que ni todos “los narcisistas” son iguales ni actúan siempre igual. Aceptemos la pluralidad como primer paso para acabar con la criminalización del narcisismo.
Ampliando nuestro conocimiento
El narcisismo no sólo está caracterizado por un sentido inflado de importancia personal, una necesidad de admiración y falta de empatía. Una característica principal proporcionada por el psicoanálisis nos indica que la persona con rasgos narcisistas ha construido un Yo ideal del que no quiere descender. De modo que cuando debe bajar al Yo real, lo hace desde la resistencia y el riesgo a la conflictividad interna. Eso explica la necesidad de admiración y el hambre de grandeza.
Cuando debe bajar al Yo real, lo hace desde la resistencia y el riesgo a la conflictividad interna
Si la arquitectura interna del mundo ha de ser acorde al Yo ideal, un narcisista buscará congruencia entre sus ideales y el mundo externo. Buscará anclarse en posiciones de alto estatus: económico, laboral, deportivo, intelectual, de perfección física, de atractivo sexual, de aceptación social… Sentirá atractivo hacia estas personas bien posicionadas y anhelará ser parte.
Desarrollará creencias afines a estas posiciones y no le temblará el pulso si se ve obligado a defenderlas, aunque acabe evidenciando arrogancia, soberbia, e incluso crueldad. Aunque llegue al extremo explotar a otro para mantenerlas.
Entendiendo un funcionamiento frecuente narcisista
Ante este panorama, las propias emociones son el caballo de Troya que pueden desestabilizar la burbuja en la que viven. El asomo de la envidia y los celos o la posibilidad de sentirse despreciados o rechazados pueden ser vividos como un auténtico atentado personal de proporciones dramáticas.
Materialicemos el proceso de reacción narcisista como una carretera por la que se avanza a mucha velocidad, saltándose semáforos en rojo.
Primer semáforo en rojo: Las propias emociones son el chispazo que inicia un proceso de conflictividad interna. Pero no todas, sino aquellas emociones que surjan de un proceso cognitivo -muchas veces silencioso- y puedan iniciar un duelo con uno/a mismo/a: la indignación, la envidia o los celos. Emociones que estallan dolorosamente. Con relativa frecuencia, ese dolor se percibe como un atentado a sus derechos y, por ende, una injusticia a resolver.
Segundo semáforo en rojo: Si la situación hace sufrir y es un atentado, entonces la alarma indica la existencia de una situación amenazante para la propia integridad. Escuchar una crítica, competir, recibir una mirada altanera, no haber sido invitado a una actividad… A veces da la sensación de que las personas con rasgos narcisistas son de mecha corta. Sin embargo, en situaciones en las que no se vean amenazadas, les veremos actuar prescindiendo de estos rasgos. Y eso significa que nadie tiene por qué ser narcisista 24/7, ni en todas las situaciones, ni con todo el mundo.
Tercer semáforo en rojo: luego de interpretar la situación como amenazante, se desarrolla un discurso acalorado al que le otorgamos toda credibilidad. Se alza como una bandera de guerra y una verdad absoluta: “Me estás haciendo sentir como una mierda y no tienes derecho”.
Cuarto semáforo en rojo: al ataque. A partir de ese momento, parece que la suerte está echada y la avalancha es inevitable. Pasar a la acción en este escenario no es otra cosa que proyectar sobre el otro la causa de mis emociones y acusar, culpar, atacar, etc. La reacción muchas veces sorprende por su desproporcionalidad, por su escasa adecuación a las normas sociales y/o por su falta de empatía.
Refugios donde sanar
Si vemos al narcisista como una persona que percibe que su Yo Real es tóxico, entendemos el pánico que le puede representar vivir en el mundo real, lleno de limitaciones e imperfecciones. Su escasa tolerancia a la frustración lo pude llevar a (mini)crisis sucesivas. Eso no significa que debemos justificar sus acciones, arrebatos y exabruptos. Una persona de rasgos narcisistas necesita atender a su propia arquitectura prescindiendo de la autocrítica destructiva y la victimización. Pretender dar lástima a los otros es olvidar que entender no es justificar.
El narcisismo y las relaciones asimétricas pueden ser un desafío complejo en la dinámica interpersonal. Las personas con tendencias narcisistas pueden manipular situaciones para mantener una posición de poder y control, lo que puede resultar poco sano para todos. Debemos buscar la asimetría relacional como espacio a reformar, apoyándonos en la comunicación asertiva y el establecimiento de límites saludables.
La sabiduría Tolteca, particularmente los principios descritos en «Los cuatro acuerdos», ofrece una perspectiva valiosa para abordar estos desafíos. Estos acuerdos enfatizan la importancia de ser impecable con las palabras, no tomar nada personalmente, no hacer suposiciones y siempre hacer lo mejor posible. Estos principios pueden servir como guía para fomentar la autoconciencia y la responsabilidad personal, alentando a las personas a liberarse de creencias limitantes y a buscar una vida más armoniosa y equilibrada.
La falta de empatía es un síntoma de que, hasta que punto, la enajenación sobre el Yo real y la insensibilidad hacia el entorno pueden conducir a reacciones desequilibradas donde la reciprocidad y el respeto mutuo se vean comprometidos.
Es esencial para las personas involucradas en tales dinámicas buscar comprender y abordar las raíces de estos comportamientos, a través de la introspección personal y el autoconocimiento, el apoyo terapéutico y de los seres queridos.