Violencia y maltrato en las parejas LGTB+
Te llama infinidad de veces y, cuando respondes, escuchas insultos; se violenta en la calle y te empuja; te amenaza permanentemente con dejar la relación; intenta humillarte públicamente con insultos homófobos; crea perfiles falsos en las apps. procurando rastrear tu actividad; utiliza información personal en contra de tus intereses… La violencia en las parejas LGTB+ permanece silenciada e invisible. No es violencia de género ni es violencia heterosexual y, por ende, no cuenta con un sólido respaldo institucional, mediático ni social
Dentro del marco de la pareja: el infierno
Una pareja violenta es aquella que incurre en actos de naturaleza física, verbal y psicoemocional que atentan contra tu integridad.
Reaccionar a tiempo exige ver las primeras señales de violencia y maltrato, pero esto no es fácil. No todos los maltratadores dejan marcas en el cuerpo, por ello, conviene estar atentos a las actitudes. Especialmente cuando aparezcan actitudes paternalistas que minen tu independencia personal, económica, relacional y laboral. Una vez detectadas tus necesidades, un perfil violento las incorporará como propias. De este modo te invalidará como administrador/a de tu vida e intentará «comprarte».
No, no te mereces lo que te está pasando por más que no hayas podido impedirlo hasta hoy ¿Cómo quieres estar dentro de 6 meses?
Delegar tus necesidades puede ser un muy mal plan, especialmente cuando el perfil violento tenga pocos límites: no respeta tus tiempos, tus espacios ni tus elecciones. Cuando quiere algo, sólo le importa su deseo. Su comportamiento avasallador se sustenta en que cree saber lo que es bueno para ti e intenta «ayudarte».
Una persona violenta casi siempre evidencia un escaso control de los impulsos. Ello no sólo incluye patadas y empujones, sino que se refleja en sus ataques de celos, de ira y cuando «monta escenas». Posteriormente, te responsabilizará y culpabilizará por cada una de estas situaciones.
Intenta alejarte de tu grupo de apoyo y aislarte emocionalmente. Atentando, también, contra las personas significativas de tu vida, intentando forzarte a dejarlas o a que te dejen.
Vulnera sistemáticamente tus derechos: invalida tus opiniones, te humilla, reenvía a terceros tus mensajes de audio para dañar tu imagen, te expone con fotografías no deseadas en las redes, revela intimidades sobre tu persona –tu orientación sexual, tu estado serológico, tu situación familiar, económica, etc.- a terceras partes.
Tres componentes que agravan y prolongan la situación de maltrato
Ante semejante panorama existen componentes que agravan y prolongan la situación de maltrato:
Tener expectativas que no se ajustan a la realidad:
- Esperar que sea tu pareja violenta sea quien reconozca su condición y «nos salve».
- Mantener la fe en soluciones mágicas: «cuando pase X, todo cambiará», permaneciendo más en contacto con las propias fantasías y proyectos de futuro, que con la realidad.
- Creer que no tienes derechos y que denunciar los episodios de violencia es «complicarlo todo». Verte incapaz de reconocer tus necesidades de seguridad y protección.
Justificar los actos violentos:
- Intentar hacer de psicólogo de tu pareja, creando una teoría del problema que explica lógicamente lo que ocurre. No importa cuán dura fue su infancia, eso no justifica lo que ocurre hoy. No toda persona maltratada es un maltratador.
- Considerar que, en una relación de personas del mismo género, las fuerzas son iguales y, por ende, no puede considerarse violencia de pareja. Aún en parejas cuyos componentes parezcan muy similares, existen roles dispares. Una pareja controladora, manipuladora y asfixiante puede tener tu mismo peso y fuerza.
- Tener un pobre autoconcepto y una baja autoestima. No, no te mereces lo que te está pasando por más que no hayas podido impedirlo hasta hoy. ¿Cómo quieres estar dentro de 6 meses? ¿Acaso no vale la pena luchar por recuperar el control de tu vida?
- La casa y los muebles: puede que consideres que hay amor, que queda pasión, que los ingredientes de tu relación son válidos, pero la casa, la relación como un todo, te está sepultando. Es hora de crear un nuevo hogar lejos de esa persona.
El aislamiento social. La violencia puede ser más encarnizada contra personas que sólo tienen un puñado de conocidos donde habitan.
Luz al final del túnel
Un antídoto puede ser tomar todas las medidas necesarias para impedir que continúe haciéndote daño:
- Recupera tu independencia. Haz acopio del «mejor sola/o que mal acompañada/o».
- Bloquea el acceso telemático a través del teléfono, las apps y el correo electrónico no deseado.
- No te enfangues: evita mantener contacto con su grupo social y familiar del maltratador. Nadie más que tú sabe lo que has pasado en esta relación. No aceptes juicios ni consejos de terceras partes, especialmente cuando no sean objetivos.
- No des más oportunidades para que te hagan daño. Traza una línea roja cuando creas que sea el momento y respétala. Tu integridad es lo que está en juego.
- Comprende lo paralizante que puede ser que sientas vergüenza ante lo que te está ocurriendo. A veces es difícil asumir que somos víctimas de maltrato por más que estemos sufriendo enormemente por ello.
- Denuncia. Utiliza todas las herramientas del entorno que dispongas para crear un cordón sanitario que frene su violencia sin hacer uso de la violencia misma. No aceptes el acoso, la persecución, la coacción ni el chantaje.
Fuera del marco de la pareja: el desamparo
Los casos de maltrato y violencia en las parejas LGTB+ encuentran escaso eco en el mundo exterior. A ello, hay que sumarle que algunas víctimas de maltrato se hallan inmersas en un entorno que facilita la perpetuidad de la situación. Los maltratadores pueden ser muy hábiles a la hora de manipular el entorno e incorporar portavoces, defensores y afines a sus actos violentos.
Pero, lamentablemente, las instituciones también fallan y muchas veces no cumplen su función. No es de extrañar, existen asistentas sociales que recomiendan «tomar un café y dejar de actuar como niños» a las víctimas, médicos de guardia que comentan jocosos que «siempre les responden con un “me pegó un amigo”» y policías que preguntan «¿por qué no llega a un acuerdo amistoso (con quien acaba de atacarle sexualmente)?». Ello dificulta enormemente la situación de la víctima al no encontrar apoyos institucionales y psicosanitarios.
Es recomendable contar con que la reacción social e institucional, fuera del marco de la pareja, no siempre estará a la altura de la vivencia y, aún así, luchar por vivir libre de la violencia de pareja.