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Emociones

COVID-19: «Dejé de reaccionar desde el miedo»

Un testimonio del viaje que supone sobrevivir a esta pandemia de COVID-19 nos señala la importancia de los posicionamientos individuales

Me pasé toda la primera ola repitíéndome como un mantra «todo saldrá bien» y poco a poco fui entendiendo que estaba consumiendo y reproduciendo un mensaje que no era honesto, que no era acorde con mi sentir. Eso y el «saldremos mejores» me produjo una enorme frustración. Al final, estaba harta. 

A mi alrededor tenía que convivir con muchas actitudes que me parecían inconscientes, con descuidos, negligencias, incoherencias hacia el COVID, me irritaban de suma manera, ¿Tan difícil es ponerse correctamente una mascarilla? ¿Es necesario violar el toque de queda sólo por «pasarlo bien»?

Además de la pluralidad de comportamientos que vemos en nuestro entorno, hay una pluralidad de criterios científicos sobre el COVID (mascarilla sí, mascarilla no) que acaban creando confusión. Pareciera que los encargados de velar por la seguridad no tienen claro qué es seguro y veo demasiados golpes de efecto y de timón como para generar confianza. Al hartazgo por la situación se le sumaba ahora una desconfianza hacia las medidas y recursos planteados desde arriba.

Todo esto sin contar con la banda de los negacionistas. Yo entiendo que hay que convivir con ellos y respetar las opiniones divergentes, pero me cuesta horrores, porque lo único que oigo es una parida tras otra.  Se hace difícil actuar responsablemente porque ya no sabemos qué significa. Así que pareciera que cada uno hace su santa voluntad.

La miré en silencio. -¿Has decidido hacer algo al respecto?-. 

-Sí, dejar de reaccionar desde el miedo-. Había llegado su hora de elegir conscientemente cómo responder ante cada cifra y variante.

Es evidente que hoy la pandemia plantea un posicionamiento individual. Son muchos los que están cuestionando su vinculación con los medios de comunicación y las redes sociales, ante los fenómenos de sobre información, manipulación informativa y desinformación que perciben.

«Lamentablemente estar harta no es suficiente para que acabe esta vivencia»

Lamentablemente estar harta no es suficiente para que acabe esta vivencia. Cada vez queda más claro que las (re)soluciones simplistas no pueden considerarse viables y que el fin de la pandemia no depende únicamente de un elemento, así que, mientras tanto, nos toca convivir con este virus.

-Yo he llegado a pensar que, tarde o temprano, todos vamos a infectarnos. Así que me parece que es lógico que cada uno tome sus propias decisiones partiendo del hecho de que infectarse puede escapar de nuestro control.

Probablemente, esta no es la primera vez que debemos medir riesgos responsablemente y tomar decisiones sobre nuestra salud.

Emociones

Tolerando la incertidumbre

La situación actual plantea un enorme reto, pero no siempre resulta fácil verlo de esta manera. ¿Qué hacer cuando la incertidumbre nos corroe por dentro?

Situaciones adversas en las cuales no podemos prever los acontecimientos venideros, ni siquiera a corto plazo, suelen desencadenar estrés. En algunos casos, además, aparecen síntomas ansiosos y/o depresivos: insomnio, irritabilidad, tristeza, apatía, etc. Estamos hablando de síntomas, pero no necesariamente de trastornos ni de enfermedades.

Relacionada con esas respuestas, encontramos nuestra tolerancia a la incertidumbre. Una tolerancia que no se produce en el vacío y sobre la que no teorizaremos sin valorar cuidadosamente la situación individual y su entorno. Sólo aclarar que elementos como una preocupación extrema, una imaginación catastrofista y los pensamientos involuntarios y repetitivos delatan una baja tolerancia a la suspensión de lo seguro.

Asombrosamente, algunas personas reaccionan de esta forma con independencia de la situación y de las posibilidades reales de ocurrencia. Cuando tu forma de reaccionar ante la incertidumbre suele ser preocuparte continuamente, pensar en lo peor y no parar de darle vueltas al asunto, entonces tal vez convendría que consideraras consultar a un psicólogo.

¿Cómo contrarrestar una escasa tolerancia a la incertidumbre?

No esperes al final de tu vida para reconocer el increíble itinerario que has realizado y tus habilidades personales

Cómo suele ocurrir con las cosas importantes de la vida, ni hay recetas mágicas ni fórmulas infalibles. Imponernos una solución sin reconocer la situación actual, sólo por evitar sentirnos mal, difícilmente resulte inocuo. Por lo que esta vez debemos hacer un esfuerzo: no neguemos ni evitemos las situaciones en las que estamos inmersos. Aprendamos, eso sí, a relativizar nuestras concepciones. Pocas cosas son tan nefastas cómo para que no puedas aprender algo positivo de ellas.

El segundo objetivo a considerar es estar atentos a dejarnos arrastrar por la impulsividad, no se trata de huir e inyectarnos dosis de positivismo y pintarnos una sonrisa en la cara sino, más bien, de aumentar la consciencia y la reflexión.

Los pensamientos intrusivos y repetitivos pueden asustarnos y, aún así, aceptarlos y escucharlos suele ser necesario. Son una alarma a la que atender antes de intentar ponerle un coto. Pero como toda alarma, es importante, a efectos prácticos, ver la situación como un reto y reanudar la marcha en algún punto.

Como tercer objetivo a considerar, especialmente cuando estemos estancados en la ansiedad, el miedo o la tristeza, tomar pequeñas acciones muy concretas y resolutivas que nos ayuden en el día a día.

Y, por último, confía en tus valores. Para atravesar la tormenta, confía en toda la experiencia y la sabiduría que has acumulado y en tu capacidad de aprender cosas nuevas. Confía en que, sea lo que sea, tendrás las herramientas y los conocimientos para llegar a buen puerto. No esperes al final de tu vida para reconocer el increíble itinerario que has realizado y tus habilidades personales. Hoy puede ser más útil que nunca empezar por ese autohomenaje.

Mente

Patologizando las reacciones ante el COVID-19

En estos tiempos de pandemia, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, se generaliza una visión de sociedad enferma al campo de lo psicológico

Releyendo las diferentes reacciones sobre el COVID-19 de la comunidad de psicólogos, llama la atención el hecho de que los escritos tienden a alertarnos y a patologizar las diferentes reacciones individuales ante la pandemia.

De esta manera, se habla de trastorno de estrés postraumático, duelo patológico y fobias con inusual frecuencia. Hay evidencia clínica de que, efectivamente, se está dando un aumento de estas patologías, pero habríamos de cuestionar su generalización a la población.

A la hora de valorar una patología, tenemos en cuenta el nivel de incidencia que tienen los síntomas sobre la vida del usuario y/o sobre su entorno. Es decir, su nivel de afectación e incapacitación.

En relación al COVID-19, sin embargo, se echan en falta todos esos artículos que, del otro lado del espectro, nos lanzan un mensaje normalizador sobre las respuestas manifiestas, promoviendo la calma y la sensatez.

El miedo y la ansiedad dejan de ser adaptativos cuando impiden llevar una vida normal, insisten. Pero ¿cuánto miedo hay que tener para considerarlo un problema? ¿Una de las funciones del miedo no es precisamente esa, frenar la acción? ¿Aún podemos seguir hablando de normalidad dentro de una pandemia?

En la actual situación, la frontera que podemos dibujar entre un miedo invalidante y otro apropiado es tan delgada como vaga e inexacta. Algo similar se podría afirmar sobre los niveles de ansiedad.

Sin considerar el contexto, las reacciones y las emociones pueden ser difíciles de entender

Lo primero que hay que rescatar es que el miedo a una pandemia es normal, lógico y esperable. Si el miedo nos impide llevar una vida normal en el confinamiento, antes de hablar de fobias, es preciso tener en cuenta el factor mismo del confinamiento. Es probable que la exposición habitual a la situación temida probablemente ofreciera otro resultado. Sin considerar el contexto, las reacciones y las emociones pueden ser difíciles de entender.

Si de lo que trata es de entender lo que sentimos, pensamos y hacemos, normalicemos y actualicemos nuestros estándares de respuesta a esta situación concreta.

En el continuo imaginario que podemos trazar entre la patologización y la normalización, hay lugar para una infinidad de matices. Por ello, conviene recordar que no hay una reacción idónea, sana y equilibrada ante el COVID-19; la salud mental y lo saludable es tan imperfecto como lo somos nosotros.

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