Ludopatía o juego patológico
El confinamiento ha facilitado el incremento de jugadores patológicos asociados a una mayor conexión de los usuarios a Internet a través de dispositivos fijos o móviles. Las apuestas en línea, de fácil acceso, se venden como soluciones inmediatas de bajo coste, aún cuando distan mucho de serlo
A lo largo del 2020 ha habido un incremento del 12% de quienes, por motus propio, se han inscrito en el Registro General de Interdicciones de Acceso al Juego (RGIAJ) de España. El RGIAJ consta de 56.000 registrados a los que se restringe su participación en las páginas webs de apuestas. El dato nos sirve como índice delator de una situación alarmante: durante pandemia el juego patológico en línea se ha extendido sobre el tejido social.
Psicología y juego patológico
La ludopatía o juego patológico se caracteriza por participar en el juego y/o las apuestas de manera constante independientemente de las consecuencias negativas que acarrea. Estas consecuencias se expanden paulatinamente en la vida laboral, académica, económica y emocional de los jugadores. Por ende, podemos afirmar que la vivencia de la ludopatía tiene un enorme impacto psicológico sobre la persona que la padece y su entorno más próximo.
Los ludópatas no ven la pérdida garantizada que significa a apostar ni tampoco consideran la posibilidad estadística de ganar. Por el contrario, suelen creer en rachas, golpes de suerte, números calientes, cábalas y supersticiones.
La centralidad del juego en la vida del ludópata organiza todos los aspectos de su vida
La centralidad del juego en la vida del ludópata organiza todos los aspectos de su vida, y genera dependencia psicológica. En efecto, el jugador patológico consume mucho tiempo pensando y planeando sus apuestas, invierte esfuerzos y recursos materiales en ella y encuentra poco atractivo en aquello que no sea el juego.
Si no puede jugar/apostar, es probable que el ludópata entre en crisis, su humor puede volverse cambiante, apático o irritable. Es frecuente que tenga dificultades para dormir, comer o relacionarse con normalidad. Y, sin embargo, uno de los grandes escollos que impiden intervenir psicológicamente en estos usuarios, es la escasa consciencia de que tienen de su problemática.
Escondiendo la vergüenza
Existen distintos niveles de gravedad de este trastorno, pero en todos ellos la convención señala que el comportamiento descontrolado se ha de perpetuar durante un mínimo de un año para poder hablar de ludopatía. Durante ese año, la necesidad de jugar habrá vencido cada intento de encauzar la situación y controlar el propio comportamiento.
Cuando todos los intentos de reducir y abandonar la conducta ludópata son estériles, la vergüenza los sumerge en conductas evitativas: mienten, ocultan, niegan y encubren lo que les está ocurriendo.
Para conseguir mantener su ritmo de apuestas, los jugadores patológicos tienden a desarrollar estrategias que pueden ser muy elaboradas. El secretismo mediante el cual esconden su situación desesperada, a veces durante años, les impide solicitar ayuda y los aisla.
La dinámica de jugar para recuperar las pérdidas
Ser jugador patológico implica perder el control sobre la acción de jugar/apostar, lo cual suele generar un endeudamiento posterior.
Las deudas son la cara B de la apuesta ludópata. El riesgo económico potencial que implica ser jugador compulsivo puede desatar una vorágine en la que se consuman los recursos disponibles personales y del entorno cercano. Nos referimos a los préstamos informales concedidos por terceros o a la venta de objetos de valor propios y ajenos mediante la cual recaban los fondos para concretar la apuesta.
La dinámica de jugar/apostar para recuperar las pérdidas se materializa en la búsqueda de la revancha. Contra toda probabilidad y con independencia de la evidencia pasada, un jugador patológico mantiene la creencia de que el juego mismo que le empobreció, le permitirá recuperar lo perdido.
El funcionamiento de la psicología del jugador patológico a veces resulta difícil de entender. Especialmente cuando todos podemos llegar a comprender que las apuestas generan deudas en muchas más ocasiones que generan riquezas. Sin embargo, el ludópata niega esa evidencia gracias al mantenimiento de un pensamiento mágico que le permite creer que un golpe de suerte le aportará la salvación inmediata.
Naturalmente, nos impacta mucho más la imagen de los ganadores del “gordo” descorchando champán, que los 15 millones de billetes que no lo ganaron. Pero el pensamiento mágico que sostiene la ludopatía tiene una estructura que sobrevive a toda catástrofe económica.
Solo cuando tomamos consciencia de las consecuencias e implicaciones que este trastorno psicológico tiene en la vida de quienes lo padecen, entendemos íntegramente el infierno al que puede someternos la ludopatía.