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Ese abuso sexual silenciado

Aun cuando alcance la erección, la penetración -oral, vaginal o anal- y la eyaculación, un hombre puede estar siendo sometido a un abuso sexual. Aunque inconcebible para nuestros estándares sociales e invisibilizado, algunas claves nos permiten identificar cuando los hombres están siendo sometidos sexualmente a un abuso.

Que un hombre tenga una erección, penetre y eyacule no implica que no está siendo sometido a un abuso sexual. Sin embargo, concebir el abuso de este modo desafía nuestras creencias más arraigadas sobre el poder masculino y la dominación del género.

El mito de Príapo: el monstruo sexual eternamente excitado

Los hombres pueden tener una erección aun ante una ausencia total de deseo. La erección puede ser una respuesta exclusivamente fisiológica a una estimulación. Por ello, una erección no es una autorización para acceder sexualmente a un hombre. Sin embargo, culturalmente estamos más influenciados por el mito de Príapo, que iguala una erección a la fertilidad, al poder y a un deseo inagotable, que a la realidad anteriormente descrita.

Suponer que un hombre tiene, como mínimo, un deseo encubierto cuando inicia la penetración, ha sido un obstáculo para plantear el abuso sexual al que son sometidos los hombres. Aun cuando su “no” no es respetado, dado que tienen una erección, penetran y –hasta- eyaculan pareciera que ““su cuerpo”” sí desea la relación. Cómo si el cuerpo y la mente que dice “no” no estuvieran integrados. Debemos desmentir este extremo junto con la creencia de que el supuesto placer que le aporta la eyaculación transforma un abuso en una confirmación de que existía un deseo previo.

En realidad, el placer es una variable independiente de esta situación. Que una víctima de abuso sexual sienta placer, no significa que no esté siendo abusada. El placer percibido por la víctima no es un atenuante de la violencia perpetuada contra alguien. 

Entendiendo el abuso más allá de la eyaculación

El inconveniente que muchos hombres tienen es que su “hombría” no les permite decir “no”, que una erección en nuestra cultura signifique “quiero hacerlo” con independencia de lo que haya verbalizado previamente y que los hombres para ser tales “tienen que cumplir”.

Tener sexo sin desearlo puede ser una situación relativamente común para muchos hombres, al punto que terminan normalizando una situación abusiva.  

Aquí hay algunas pistas de qué alarmas, más allá de la erección, la penetración y el orgasmo, nos pueden indicar que estamos siendo abusados sexualmente. 

No hay deseo. El deseo sexual hipoactivo es esa falta de ganas, de interés por mantener una relación sexual con esa persona. El desinterés muchas veces se expresa tímidamente con un “hoy no me apetece”, pero una persona que abusa de un hombre, buscará la erección -a través de una felación, por ejemplo- mostrando indiferencia hacia las manifestaciones verbales que contradigan su intención.

No tomar la iniciativa de comenzar una interacción sexual. El mito del hombre hipersexualidado afirma que si un hombre nunca toma la iniciativa, muchas veces es por timidez o por miedo. En realidad, si él nunca inicia la relación sexual puede ser por la simple razón de que no la está buscando o no la quiere.

La insistencia es amiga del rechazo. Tratar de provocar sexualmente a un hombre con insistencia, intentando buscar la penetración puede llegar a ser muy poco respetuoso. Es más, es una forma de acoso. Mientras más insistente y sostenido sea ese acoso, más probabilidades tenemos de que estemos vulnerando la integridad de esa persona.    

Adscribirle un deseo al otro que manifiestamente carece. Mensajes como: “venga que, en realidad, te mueres de ganas”, “sé que lo disfrutas”, son formas de manipular al otro, intentando contradecirlo o confundirlo. Este tipo de reacciones pueden minar moralmente a un ser humano y hacer indistinguible la situación de acoso a la que se siente sometido.

Verbalizar exigencias sobre cómo lo está haciendo. Un “a ver si te esmeras un poco”, o “échale pasión/huevos”, pueden realmente desarmar al otro. Verse durante largo tiempo sometido a una carrera de pruebas y posturas, exigencias y reclamos a la hora del sexo, puede provocar un profundo daño psicológico.

Someter al otro a una evaluación. una vez finalizada la relación sexual, un “hoy has estado flojo” al terminar, somete la relación sexual a una evaluación que puede denigrar una situación de abuso ya de por sí insostenible. Muchas veces felicitar o recriminar al otro cómo lo ha hecho es una forma de presionarlo a que, aun cuando no tenga deseo, lo simule, alejándolo de su propia verdad.   

Utilizar el placer del orgasmo como factor que desmiente el abuso. “Al final te ha gustado, ¿eh?”. Alcanzar el orgasmo no justifica haber iniciado una relación sin contar con el otro. No importa cuánto placer haya obtenido. 

El “no es no” es un reclamo válido con independencia del género. España es un país en el que la violencia doméstica es aquella que sólo se concibe cuando proviene de un hombre hacia una mujer y el maltrato exige que la pareja conviva bajo un mismo techo. Sin embargo, hay un abuso sexual silenciado en nuestras parejas, en los medios y en nuestras leyes. Incontables hombres son abusados sexualmente sin ser capaces ni siquiera de darse cuenta de ello.

Sus parejas, sean hombres o mujeres, abusan buscando la erección, la penetración -oral, vaginal y/o anal- y el orgasmo de sus víctimas. Sometiendo impunemente a un hombre a ese otro abuso sexual tan silenciado que pareciera ni existir siquiera.

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Los secretos del sexo anal

Trece años más tarde, aprovechamos el espacio de HoyPsicólogo para reeditar «Los secretos del sexo anal». Un artículo que ha superado los 280.000 lectores.  

Hablamos de sexo anal, porque el ano, el recto y el colon son universales, todos nacemos con uno independientemente de nuestro género y nuestras características personales. 

De niños, incluso ya de bebés, nos enseñan que el ano es la puerta donde todo lo que sale es impuro y guarro. La zona que «no se toca» y que, más adelante, no se dejará tocar. Estas prohibiciones tempranas condenan cualquier tentativa de explorar y experimentar analmente. Pero el sexo anal receptivo ofrece múltiples beneficios: no existe riesgo de embarazo, te permite conocer mejor tu cuerpo y puede conducir al hombre al orgasmo sin necesidad de otra estimulación; no por nada al eyacular el hombre tiene contracciones anales intensas.

Hablamos de sexo anal para aquellos que ya conocen el ABC del sexo, para los que se atreven con algo más que la postura del misionero; sabiendo que el sexo anal goza de una pésima publicidad ¡que te den por culo!»- y un largo prontuario de condenas sociales. Por ello, es posible que esta temática no sea apta para cardíacos y, si todavía vas al instituto, recomendamos que leas esto en compañía de un adulto -que no esté interesado en meterte mano-. Para todo el resto, sólo un consejo: relájate y goza. Y si tienes más preguntas, dudas o inquietudes, déjate oír. 

«El sexo anal es malo y pervertido, porque el ano es un orificio de salida». 

No. En realidad, el sexo anal, como el vaginal y el oral, es un contacto sexual intenso e íntimo que puede surgir entre dos personas que se respetan y aprecian. No es indigno, no es pervertido. Si lo haces con pasión y delicadeza, es otra forma de dar amor. 

No existen «orificios de salida» en el cuerpo humano, sino funciones. Tu recto y tu anillo anal están preparados para ser penetrados, en tanto y cuanto tu compañera/o te eche una mano a la hora de dilatar y lubricar. Estarás lista/o para experimentarlo siempre que no sea próximo a tu hora de evacuar. Pero eso también te ocurre con tu vagina/pene, nadie iniciaría una relación sexual con la vagina reseca ni cuando tenga unas ganas irrefrenables de orinar. 

«El sexo anal es cosa de maricones». 

No. Las prácticas sexuales no son exclusivas de nadie, ni se deben asociar a ningún grupo. Ni el sexo anal es para los homosexuales, ni los vibradores son para las «zorras». El sexo es para los adultos que se atreven a interrelacionarse, el «cómo» lo elige cada pareja o grupo. 

«¿Por qué los homosexuales tienen sexo anal?» 

Por la misma razón por la que los heterosexuales pueden tener sexo vaginal. Porque un contacto sexual que incluye penetración pude vivirse como más intenso y placentero. 

«¿Por qué es placentero tener sexo anal receptivo?» 

La zona ano-rectal tiene muchas terminaciones nerviosas, como sabrás es muy sensible y delicada, así como es un punto de masaje para las paredes vaginales, también es el camino que conduce a la próstata del varón. Exceptuando el glande y el prepucio, no hay zonas en el cuerpo del hombre que escondan tantas sensaciones placenteras como la próstata. 

«¿El sexo anal receptivo siempre duele?» 

No. Si el sexo anal receptivo te resulta doloroso, está «mal hecho» y tu cuerpo te está enviando una advertencia de que debes detenerte. El ano y el recto son partes muy delicadas de tu anatomía y, como todo tu cuerpo, debes aprender a interpretar sus señales a la hora de compartirlo en una relación sexual. 

«¿Los hombres gays se pasan todo el día practicando sexo anal?» 

No. Los estudios calculan que aproximadamente un 80% de las relaciones homosexuales masculinas son orales o masturbatorias. O sea, que la penetración anal se reserva para cuando puedes y quieres tenerla. Básicamente porque el sexo anal requiere, entre otras cosas, confianza y complicidad. 

«¿Qué requiere practicar el sexo anal?» 

Además de una buena higiene, necesitarás una buena cantidad de lubricante y un condón. Elige un lugar íntimo; una compañera/o comunicativa/o, sin tabúes, que te inspire confianza; y, sobre todo, el momento adecuado, lejos de la hora en la que vas a defecar y sin apuros, para disfrutar el momento. 

«¿Qué tipo de lubricantes tengo que usar?» 

Elige lubricantes de base acuosa que no sean mentolados ni aceitosos. Nunca uses cremas de mano ni productos que contengan alcohol. La vaselina y otro tipo de aceites pueden dañar el látex del condón y romperlo. 

«¿Puedo lubricar a mi pareja con saliva?» 

Sí, ¡pero no únicamente con saliva! La saliva se seca rápidamente y, aunque incluya mucosidades, no es un lubricante eficaz. 

«¿Y si se me rompe el condón? ¿Hay tipos de condones especiales para practicarlo?» 

Sí, existen condones extra-strong, muy resistentes. Si no los consigues, al menos no utilices condones súper finos ni con texturas. Comprueba en el acto sexual que el condón no se deslice ni se rompa. Puedes incluirlo como parte del juego sexual y tu compañera/o puede echarte una mano en ello. De romperse, comunícaselo y reemplázalo por otro nuevo. Puede ser la hora de la Profilaxis Post Exposición (PEP). 

«¿Puedo pasar de una penetración anal a una vaginal u oral?» 

No es recomendable. Por lo general, aun cuando retires el condón, el sabor a látex puede resultar desagradable. 

Puede ocurrir que el condón no salga «limpio», pero aun cuando sí lo haga, ten en cuenta que trasladar los gérmenes que viven en un recto a la boca o a la vagina puede exponerte a padecer infecciones. 

«¡El sexo anal es muy sucio!» 

Haciendo uso de unas pocas medidas, el sexo anal es limpio y placentero. Así como las mujeres suelen pasar al lavabo antes de tener sexo, es una buena idea que los hombres también lo hagan. Una vez allí, la limpieza de rigor de los genitales ha de ir acompañada de una lavativa o pequeño enema. Es conveniente que los dos limpien su recto si van a explorarlo. Para ello podrás usar una jeringa de capacidad media o un enema, cargarla con agua tibia y limpia, introducirla en el ano y, una vez expulsada, lavar cuidadosamente la zona. No te excedas en la cantidad y asegúrate de expulsarla completamente. 

No es tan difícil como parece y no será tan inusual una vez que lo hayas incorporado a tu vida. Además, si cuidas la esterilidad de los materiales que usas, ¡será muy beneficioso para tu cuerpo! 

«Nunca debes correrte adentro en el sexo anal sin preservativo». 

El sexo anal «a pelo» o bareback -sin condón- te expone al VIH y al VPH, entre otras enfermedades de trasmisión sexual. Por ello es importante utilizar siempre condón desde el inicio de la relación sexual, en cada encuentro sexual. En tríos o grupos, debes asegurarte de cambiar el condón al iniciar cada contacto anal. El sexo anal practicado sin preservativo es una de las actividades de alto riesgo de trasmisión del VIH y VPH. 

«En el sexo anal gay, el activo tiene menos riesgo que el receptivo de pillar HIV». 

Sí, pero es una ruleta rusa. Si es tu pene el que se introduce en el recto de tu pareja sexual, recuerda que la uretra -el «tubo» por donde sale el pis- puede absorber el virus y la piel fina del glande puede padecer pequeñas heridas, muchas de ellas no visibles, por las que se filtre el virus. ¡En una penetración anal accedes a un paraíso de terminaciones nerviosas, venas y arterias! 

«¿Qué es ser pasivo y que es ser activo en el sexo?» 

Algunos hombres adquieren roles sexuales a la hora de practicar sexo anal, así como las mujeres pueden adquirirlos en el sexo vaginal y ser clitorianas o vaginales. De modo que los hombres que prefieren penetrar son «activos» y los que prefieren ser penetrados son «pasivos».  

No está claro por qué existe esta diferencia. Más allá de los gustos y las preferencias, muchos hombres que se definen activos pueden sentir rechazo hacia sexo anal receptivo y viceversa. 

También hay personas «versátiles» y otros que no tienen un rol definido más allá de sus apetencias. 

«¿Los gays masculinos son activos y los femeninos son pasivos?» 

No, no es así. Muchos gays que practican sexo anal activo se sienten menos cuestionados y más «machos» que los receptivos. Eso sucede porque se trazan equívocos paralelismos entre las relaciones hombre-mujer y hombre-hombre y sostienen que el compañero pasivo actúa en el sexo «como una mujer». 

En realidad, es absurdo cuestionar la masculinidad de los hombres por su rol sexual. Hay hombres muy afeminados que no son pasivos y que ni siquiera son homosexuales. Así, los gustos de los gays son independientes de su apariencia. 

«¿Si me penetraron significa que ya soy pasivo?»  

Si eres pasivo no querrás penetrar, sino ser penetrado. En cambio, puedes tener una experiencia de sexo anal receptivo sin que eso signifique que eres pasivo, tal vez ni siquiera tienes un rol definido. Muchos individuos sexualmente activos permitirán excepciones en sus relaciones sexuales. 

«Hay gente que no puede tener sexo anal receptivo porque “está cerrada”»

Inicialmente, el ano suele «estar cerrado», que esta situación cambie dependerá del estímulo, del deseo y de la situación en la que se encuentre el individuo. 

Una dilatación anal es un paso inicial hacia una relación sexual placentera. El tiempo que necesites nunca será demasiado. 

«¿Qué es la dilatación anal?» 

Los músculos que forman el esfínter anal no cederán y abrirán tu ano siempre que quieras. Puede que tengas muchas ganas de experimentar, pero tu mente te juegue una mala pasada. Muchos hombres conocen esa situación porque no siempre que quieren consiguen tener una erección. 

Así funciona el cuerpo, que tu ano esté listo para que le introduzcas un dedo -o algo aún más grande- puede llevarte varios minutos, no lo busques intentándolo, sino deseándolo. No olvides que el motor del sexo es tu mente. 

«¿Hay que usar guantes para dilatar?» 

Sería ideal hacerlo, pero si te parece demasiado, lávate las manos con jabón y cuida que tus uñas estén muy cortas, luego procura embadurnar tus dedos con una cantidad generosa de lubricante. Lo dicho anteriormente es muy importante, unas uñas largas dañarán la mucosa anal y provocarán heridas en el colon. ¡Nada de uñas largas por allí dentro! 

«¿Es mejor depilarse la zona alrededor del ano al tener sexo receptivo?» 

Algunas personas pueden sufrir tirones por tener alrededor del ano un vello muy espeso y largo, nada que una buena cantidad de lubricante no pueda solucionar. Si te parece conveniente, recórtalo un poco. 

«¿Si me gusta que me follen, me gustará el fisting 

No necesariamente. El fisting, que te introduzcan un puño por el orificio anal, es una actividad completamente diferente a la cópula anal. 

Muchas mujeres disfrutan al ser penetradas vaginalmente, incluso con consoladores, pero no accederán a que les introduzcas un puño, resistencia totalmente comprensible. 

«¿Si tengo mucho sexo anal, de mayor usaré pañales?» 

No, más bien lo contrario. Al ser penetrada/o ejercitarás el músculo elevador del ano, vigorizándolo. Aquello te permitirá que, de mayor, tú cuentes con algunas ventajas respecto a tus compañeros de asiento en la plaza. 

«¿Es verdad que si tienes mucho sexo anal después te tienen que cerrar el ano con rayo láser?» 

No. La cirugía por rayo láser suele aplicarse para eliminar células cancerosas a través de incisiones en el tejido. Hay tipos de VPH que pueden trasmitirse a través del sexo anal y provocan displasias y, eventualmente, cáncer. Por ello es importante que no hagas excepciones y siempre utilices condones.  

«La primera vez que te follen te pasarás todo el día sangrando por el culo». 

No, una hematoquezia o pérdida de sangre significativa por el ano es una buena razón para acudir inmediatamente a urgencias. Si te duele durante la penetración o sangras un poco, debes detener el acto inmediatamente. 

Normalmente, si has mantenido relaciones sexuales receptivas, luego y sólo por unas horas, tendrás una sensación nueva que puede parecerte extraña, pero que no es dolorosa, en la que tendrás conciencia sensorial de tu recto. ¡Cualquier mujer o hombre que haya tenido sexo receptivo reconoce que las primeras veces no suelen ser las mejores! 

«Algunos tíos tienen fisuras en el culo de tanto follar». 

Nadie tiene fisuras rectales por practicar frecuentemente sexo anal, sino por violentar su fisonomía. 

Introducirse vaginal o analmente objetos considerables sin dilatación, excitación previa ni lubricante nunca es recomendable. Chi va piano, va lontano.  

«En el sexo anal el tamaño sí importa, por eso los gays se fijan tanto». 

No hace falta ser homosexual para obsesionarse por el tamaño del pene, es una consulta recurrente con la que los hombres heterosexuales invaden las columnas de los sexólogos. 

Fisiológicamente, el recto es mucho más fibroso y menos elástico que la vagina. Además, aproximadamente a los 15 o 17 centímetros de profundidad se conecta con el colon sigmoide, trazando una curva. Es decir, existe un límite en la profundidad del recto por el que, más allá de él, la penetración puede resultar intrusiva y dolorosa. Pero esta última consideración difícilmente se relacione con las obsesiones masculinas por el tamaño del pene. 

«¿Practicar sexo anal es tan monótono como se ve en las pelis porno?» 

En las películas porno la penetración anal es poco más que un bombeo constante y frenético. En la práctica puede ser mucho más pausado, suave y pasional. 

La pareja sexual puede mirarse a los ojos -si descartas la postura del perrito-. Puede ayudar introducir repetidamente los dedos y/o el glande sin intentar efectuar una penetración profunda de buenas a primeras. También es preferible que ambos recuerden que las piernas no son de goma y busquen alternativas más cómodas y más románticas. Haberlas, las hay y el sexo es un encuentro que te posibilita innovar, descubrir y conocer el cuerpo propio y ajeno. 

«¿Cómo penetrar sin que aquello parezca una intervención quirúrgica?» 

Elimina esas frases tipo «¡Déjame a mí!» y «¡Espera, espera! ¡Aguanta, aguanta!» por una actitud más comunicativa, tierna y romántica. La cama es el lugar donde las cosas se hacen de mutuo acuerdo, donde tú intentas complacer y la otra persona busca complacerte. Olvídate de los imperativos y deja que, si la experiencia de tu compañera/o así lo permite, quién sea penetrado controle la penetración en un primer momento. 

Una vez que ella/él se sientan cómodos contigo allí dentro, propón con ternura y picardía variables y juegos que ambos disfruten. 

«¿Puedo tener sexo anal receptivo bajo el agua?» 

En un principio sí, sobre todo si el agua está tibia y limpia. Prefiere siempre la bañera a la orilla del mar, porque el agua marina con toda su alta salinidad, irritará el recto. 

«He visto en pelis porno escenas de doble penetración anal ¿es eso posible?» 

Sí, pero es incómoda y no es para principiantes. Muchas fantasías son maravillosas como tales, pero las encontrarás frustrantes y hasta nefastas en el mundo real. Siempre resérvate alguna y cuando intentes realizarlas, recuerda que el sentido del humor es más importante que la voluntad. 

«Una mujer embarazada no puede tener sexo anal». 

En este ítem no hay consenso porque durante el embarazo las modificaciones corporales hacen que la zona rectal sea más venosa. Generalmente las embarazadas pasan largos períodos de estreñimiento, lo cual no es una invitación al sexo anal, pero en lo que respecta al feto, no existe riesgo ni para él ni para la mamá. De hecho, muchas embarazadas prefieren el sexo anal al vaginal porque les resulta una postura más llevadera. 

«¿Es peligroso tener sexo anal estando colocado o ebrio?» 

Depende del estado de inhibición que hayas alcanzado y la sustancia que lo propicie. Ten en cuenta que si pierdes sensibilidad por efecto de una sustancia, puedes encontrarte con que no tengas consciencia del daño que te causen hasta que pasen los efectos de la intoxicación. 

«Si tengo almorranas (hemorroides) ¿puedo practicar sexo anal receptivo?» 

Inicialmente sí, pero dependerá del grado de las mismas. Consulta a un proctólogo si notas -y ves- que son prominentes o de gravedad. Alguna gente que padece hemorroides de segundo grado comenta que el sexo anal les beneficia, pero es un buen proctólogo quien tiene la palabra final, así que antes de experimentar pásate por su consultorio. 

«Mi novio me pide que, antes de correrse, le introduzca un dedo. ¿Es eso normal en un heterosexual?» 

Tu novio ha descubierto que tiene una próstata y ha reemplazado sus prejuicios por sus ganas de disfrutar, ¡felicítalo! Claro que es normal. Que explore su recto y que quiera que su novia participe de la experiencia no lo cataloga como homosexual, ¡más bien todo lo contrario! 

«Mi novia no accede a practicar sexo anal receptivo, ¿qué puedo hacer?» 

Primero, acéptalo, porque el rechazo es hermano de la insistencia. Segundo, intenta darle información y tiempo. Habla de tus fantasías anales en primera persona y demuéstrale que tú también estás abierto a experimentar. Ya lo decía el Dr. Lecter: «Quid pro quo, Clarice». 

«No he tenido mucho sexo anal, pero las pocas veces que lo tuve no me gustó». 

¿Has tenido un/a compañera/o sexual comprensiva/o? ¿Habéis hecho las cosas con calma y lubricante? ¿Te has sentido cómoda/o? ¿Qué fue lo que no te gustó de la experiencia? 

Es lógico que, en el sexo, se descarte todo aquello que no produce placer, pero a veces llegar a lo bueno requiere paciencia y un largo recorrido. 

Si te apetece, retoma el sexo anal masturbatorio, como un masaje interno y no necesitarás la asistencia de nadie para dar ese pequeño paso. 

«Me da miedo experimentar en solitario, ¿qué pasa si me gusta?» 

Casi todos nos preocupamos por mantener nuestros límites, por no desmadrarnos, dado que sabemos que suelen ser saludables. Poca gente se sentiría cómoda encarnando a Leopold von Sacher-Masoch en su comunidad. Pero el hecho de que disfrutes de tus experiencias anales no te hace un/una depravado/a, sólo significa que has ido más allá de las convenciones sociales, hasta conseguir ampliar tus opciones de placer. Nada de lo que debieras estar avergonzada/o. 

«El uso de juguetes sexuales en las prácticas anales y masturbatorias es un vicio». 

No, ¡eliminemos la palabra «vicio» de nuestro vocabulario! Los accesorios no son un vicio ni generan adicción de por sí. Dependerá de cómo y cuánto los uses. Masturbarte y estimularte pueden incidir favorablemente en tu autoestima y autoconcepto, sobre todo si lo haces con todo tu cuerpo, como una caricia. 

«Un vibrador es sólo para las mujeres y nunca debes introducirlo en el ano». 

No, un vibrador es un juguete para adultos de ambos sexos, una vez que leas atentamente sus indicaciones y recomendaciones, sólo debes dejar que tu imaginación haga el resto. Si acabas introduciéndolo en el ano, cuida que esté impecable y lubricado. Asegúrate que tienes el control para expulsarlo. Disfruta de esos momentos íntimos seas hombre, mujer, no binario, etc. 

«¿Los juguetes sexuales se pueden compartir?» 

Sí, sólo tienes que prestar mucha atención a la higiene y utilizar un condón distinto por turno e invitado/a. Conviene tener mucho lubricante y muchos condones, por más que sólo se haga en pareja y nunca hacer las cosas sin sensibilidad y respeto. 

Sexualidad

Trampas de Onlyfans y Justfor.fans escondidas tras el dinero

Sólo Onlyfans tiene sesenta millones de usuarios y 750 mil creadores de contenido. Cifras que nos dan una idea del impacto económico y social que tiene este tipo de redes. Es hora de valorar sus riesgos

La regla que parece regir las redes sociales dictamina que todo es visible, todo se monetiza. Esta exposición y monetización de la vida privada hace pensar que si tienes muchos seguidores, entonces vales mucho o tienes éxito, lo cual definitivamente no es cierto. El peligro del «tanto vendes, tanto vales» es que mercantilice las vidas humanas y atente contra la integridad del individuo.

Pero ¿cómo puede el éxito atentar contra uno mismo? Paradójicamente, el atractivo social que tiene ser un modelo o un actor porno famoso, viene acompañado de un correlato: las consecuencias que arrastra verse reducido a un producto.  

No existe tal emancipación, solo están a sirviendo a jefes distintos. Onlyfans es su nuevo amo y se llevará el 20% de todo lo recaudado «por la cara», mientras que el público es su nuevo jefe

Aunque algunos performers aseguren que todo lo que está a la venta queda bajo su absoluto control, existen evidencias que nos permiten dudar de que sea así. Muchas actrices del porn system aseguran que Onlyfans les ha permitido emanciparse de los grandes del porno y hacer su propio negocio. En lugar de prostitución, hablan de empoderamiento, independencia y libertad. Los hechos parecen probar que no existe tal emancipación, solo están a sirviendo a jefes distintos. Onlyfans es su nuevo amo y se llevará el 20% de todo lo recaudado «por la cara», mientras que el público es su nuevo jefe. Un nuevo jefe que puede ser implacable escudado bajo el anonimato y la virtualidad.

Cuando los performers hablan de que ellos son quienes hacen miles de euros y quienes deciden, ¿no pecan de ingenuos? Quien hace dinero es quien acumula y vende los datos de los internautas o quien capitaliza los algoritmos. Quien decide y gana una fortuna es el equipo de Onlyfans. Si mañana echaran la persiana, te quedarías en la calle y sin fans.  

Riesgos a corto plazo: la cultura del dinero rápido  

Cobrar dinero no es igual a trabajar. Grabar un vídeo con tu pareja y colgarlo en una plataforma de pago no transforma automáticamente lo que estás haciendo en un «trabajo».

Sin embargo, la cultura del dinero rápido y la falacia de «voy a ser mi propio jefe» resulta atractiva para miles de jóvenes que se aventuran a redes como Justfor.fans.

Consideremos las posibles consecuencias a corto plazo de iniciar ese camino. En primer lugar, la precarización más obvia surge de tener que mostrarse eternamente excitado/a. Y, dado que muchos vídeos no se hacen en solitario, requerir un acceso constante a «carne fresca», algo que, aun cuando pase la pandemia, implica una exposición a riesgos obvios.

En segundo lugar, las dinámicas propias del mercado instan a seguir las exigencias de contenido y frecuencia con las que productos similares se lanzan al público. El perfil más activo es el que se lleva más beneficios, pero únicamente si se orienta a la demanda. 

En tercer lugar, contemplemos los extras inevitables: para mantener una erección, un estado de excitación/desinhibición o para atraer a nuevos usuarios, es frecuente hacer uso de sustancias, pero ¿durante cuánto tiempo y a qué coste? 

Riesgos a largo plazo: hablándote directamente a la cara sobre tu futuro 

Publicitar las ganancias como dádivas que has recibido por tu cara bonita es parte de esta cultura del dinero rápido y contrarresta con la cultura del esfuerzo. Siguiendo su dictamen, podrías llegar a pensar: ¿quién puede ser tan idiota cómo trabajar 40 horas semanales por un dinero que puede conseguir teniendo sexo durante una hora tras una cámara? La glorificación de la prostitución no se suele acompañar de un análisis realista de lo que ocurre tras bambalinas ni tampoco suele ahondar en las consecuencias a largo tiempo de prostituirse.  

Una de las consecuencias posibles más complicadas es que quienes entran en el circuito del dinero rápido acaban desvirtuando lo que es trabajar. De modo que cuando ya no puedan ofertar su cuerpo como producto y tengan que volver a las 40 horas semanales, encontrarán muy difícil la reinserción al mercado laboral no sexual.  

Por el mismo motivo, por el que creen que su compañía vale oro, monetizar cada encuentro desvirtúa el sexo y hasta el tiempo compartido. Creer que una hora contigo vale cifras de tres dígitos, puede distorsionar gravemente tu percepción. El riesgo es que todos los encuentros que no sean de pago los veas como favores que le haces a la humanidad por tu compañía.    

Cosificación, deshumanización y brutalidad 

Por más activa que sea tu vida sexual, frente a la cámara las cosas son intrínsecamente distintas. En el sexo solemos cosificar al otro: un «pollón», un «culazo», «pedazo de tetas», un «chocho». Sin entrar en polémicas, ese reduccionismo puede llegar a ser habitual y su vinculación y dedicación hacia una zona erótica concreta puede funcionar bien para ambas partes, especialmente cuando la relación resulta placentera.

Sin embargo, en Just for.fans las cosas suelen ser muy distintas. Se tiene sexo mirando a la cámara, aunque sea por el rabillo del ojo. La otra persona no es el destinatario, es más, se cosifica e instrumentaliza al otro de tal manera, que puede importar poco o nada qué placer obtiene de ello. Lo que se busca es que el producto sea comercializable y resulte redituable para la cuenta del performer.  

En esa instrumentalización, el otro puede quedar reducido a ser un consolador o un fleshlight. Si en pleno acto sexual tiene una fisura anal y eso atrae a más espectadores, tanto mejor. La instrumentalización tiene ese riesgo, deshumaniza. Y de ahí a la brutalidad puede haber un paso.  

Si en algún momento de la performance ya no importa lo que el otro siente, piensa o hace, sino que lo único importante es lo que aparenta hacer, entonces el proceso de deshumanización ha comenzado.  

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Fetichista, travesti, transexual: diferencias insalvables bajo un mismo perfume

La Chica Danesa (2015) es una película excepcional que plantea el viraje psicológico de un marido, presuntamente heterosexual, a través del travestismo fetichista, el travestismo no fetichista y el transexualismo. Esas tres denominaciones no tienen más elementos en común salvo que el sujeto incorpora vestimentas o accesorios del sexo opuesto.

Utilizaremos como al film La Chica Danesa (2015) para ejemplificar hasta que punto resulta inverosímil -e inquietante a la vez-, el hecho de que la trama plantee un continuo entre las parafilias y el género con independencia del sexo.

Travestismo fetichista

Las parafilias, como el fetichismo, se desarrollan en torno a un objeto o a una parte del cuerpo que se cosifica. La libido y el deseo se desplazan al objeto porque es imprescindible para la consecución del placer. Esto es así, sobre todo, cuando el fetichismo estructura un patrón sexual con un alto grado de significación para el sujeto.

De este modo, el travestismo fetichista se relaciona con el placer obtenido a través del objeto o parte parcial del cuerpo cosificado, como un camisón, pero no guarda relación con el género o el sexo del individuo.

Sexo y género

Por sexo del sujeto, aquí, no entendemos la actividad sino la variable biológica XY o XX del individuo. Salvando la excepción del síndrome de Klinefelter y las otras anormalías cromosómicas, todos los sujetos poseemos un claro sexo biológico femenino o masculino.

Este sexo, que suele corresponderse con la apariencia física, es ordenado y confirmado socialmente, a través de los estereotipos y roles preestablecidos. De esta manera, la sociedad ordena y regula la forma de vestirse, las actividades, los juegos de los infantes, etc.

El género, en cambio, va en dirección opuesta. Es decir, fluye de la autopercepción del sujeto, de su autoconcepto hacia la sociedad receptora. Cuando en esa comunicación entre sujeto y entorno hay un «gran malestar e inadecuación» ante la sensación de «no pertenecer a un sexo biológico», entonces el género no es igual al sexo.

Disforia de género

La problematización que significaba denominar a la disforia de género como un trastorno mental sin que lo fuera

La forma en la que un sujeto se autopercibe -hombre o mujer en la mayoría de los casos- puede divergir de la suscripción que la sociedad le otorga al sujeto y generar una crisis identitaria: un hombre (sexo) se siente mujer (género) o una mujer (sexo) se siente hombre (género). En esos casos hablamos de «disforia de género». Un término no exento de controversias.

El término «disforia» no está haciendo relación a la crisis identitaria sino que enfatiza «el malestar que ocasiona la incongruencia entre identidad de género de la persona y el género asignado socialmente».

Por ello, debemos entender que lo que se problematiza clínicamente no es una crisis identitaria ni una disidencia entre sexo y género, sino el dolor emocional y psicológico que el sujeto pueda llegar a padecer.

La disforia de género, que el DSM-5 reconoce en niños, adolescentes o adultos, es una innovación terminológica respecto al DSM-IV y a la problematización que significaba denominar a la disforia de género como un trastorno mental sin que lo fuera.

El CIE-10 no evidencia esta sensibilidad a la hora de denominarlo y utiliza el término «Transexualismo para los adolescentes y adultos» y «Trastorno de identidad sexual en la infancia» para ese período vital.

Travestismo

Como su nombre lo indica, el travestismo no fetichista no es una parafilia, por ende, no guarda relación con el travestismo fetichista. Sin embargo, tampoco asistimos a la disforia de género presente en el transexualismo. Los/las travestis no «presentan un malestar profundo y persistente» con su sexo, aunque incursionen durante un período de su vida «con las ropas del sexo contrario con la intención de vivir la experiencia transitoria de pertenecer al otro sexo». En el travestismo no asistimos a «ninguna motivación por experimentar un cambio de sexo permanente» como en la transexualidad.

La naturaleza del travestismo tampoco se relaciona con un entretenimiento muy puntual o con la excitación sexual por llevar vestimentas del sexo contrario, por lo que no debe emparejarse con el travestismo fetichista ni con incursiones lúdicas y puntuales como los disfraces.

Por ello resulta sorprendente que Einar Wegener primero encarne un fetichista, luego un travesti para acabar siendo Lili Elbe y desear parir a un hijo propio. La historia pareciera que narrase un asombroso continuo sobre el fetichismo, travestismo y transexualismo aunque ponemos preguntarnos si no estamos ante una evolución poco habitual de elementos con escasos puntos en común.

Sexualidad

Sexualidad sana y enferma

Que tu expresión sexual no sea sana o que forme parte de una enfermedad, es un miedo que tiene el poder de agitar, atormentar o incomodarte. Pero en muchos entornos culturales tu arquitectura del placer podría considerarse anormal, artificial o enfermiza y ello no significa que lo sea.

A un nivel fisiológico y funcional, muchas partes de tu cuerpo no sirven únicamente para un propósito. Por ejemplo, los labios no sólo cumplen un importante papel en la comunicación y la alimentación, también tienen un importante función a la hora de besar y de practicar sexo oral. De tal manera que muchas partes de tu cuerpo que se relacionan con la sexualidad son multifuncionales.

Arquitectura del placer

Así como tu organismo puede tener múltiples funciones, la sexualidad no siempre se limita a cumplir una función reproductiva. De hecho, frecuentemente construimos una arquitectura de placer alejada de la reproducción.

En esta arquitectura del placer, una persona puede buscar masturbarse antes de dormir para relajarse o puede mantener relaciones sexuales en momentos angustiantes o estresantes para liberar tensiones. En esta arquitectura del placer, una persona puede utilizar una relación sexual para evadirse de una sensación de soledad.

Qué es sano y qué es enfermo en la sexualidad, más allá de los convencionalismos, merece analizarse de manera individualizada.

Daño y dolor

Lo que define lo insano es aquello que produce un daño psíquico, físico o emocional en el otro o en uno mismo. El consentimiento o la consciencia son matices que pueden valorarse, pero la necesidad de hacerlo ya nos debe llamar la atención sobre la práctica.

El dolor psíquico y emocional, relacionados con la sexualidad, se acercan más a formas de crueldad.

El dolor físico, en cambio, nos sirve como señal de advertencia. De manera temporal o definitiva, nos indica que detengamos o reduzcamos la intensidad de lo que estamos haciendo. Pero las claves del daño y del dolor no únicamente provienen del propio organismo, la cultura, las costumbres y los elementos de nuestro entorno también señalan que hay prácticas sexuales que deben evitarse o que se consideran dañinas.

«Normal», «natural» y «sano»

Cuando la sexualidad no reproductiva y la arquitectura del placer se enfrentan a la pregunta de qué uso le damos a la sexualidad, muchas veces toda tu estructura parece tambalearse. Lo «normal», «natural» o «sano» cuando provienen de esta cultura reproductiva, condenan toda expresión sexual que no acabe en la fecundación.

Esta visión se alimenta de tus propios juicios, sospechas y dudas: si estás pensando en tu sexualidad «será por algo», «cuando el río suena, agua trae». La culpa, que apuntala nuestros pensamientos y nos remite a nuestra educación, no necesariamente sirve para diagnosticar un problema.

La problematización de la sexualidad no reproductiva es un producto cultural, ético y religioso en el que no debe confundirse con lo «sano» y lo «enfermo».

Análisis del problema: dependencia, frecuencia y exclusividad

Construimos una arquitectura de placer alejada de la reproducción

Cuando la sexualidad causa un malestar psíquico, físico o emocional en una o ambas partes durante un tiempo prolongado, entonces vale la pena consultar a un médico o a un psicólogo. Quien quiera hablar de su salud sexual porque considera que tiene un problema, deberá analizar su arquitectura de placer y contemplar la frecuencia, dependencia y exclusividad de sus prácticas. Por exclusivas nos referimos a cuando existe un único recurso disponible.

Si la única manera que tenemos de combatir la soledad es teniendo relaciones sexuales con desconocidos y la única forma de dormirnos es masturbándonos diariamente, entonces podemos contemplar la posibilidad de ampliar el abanico de opciones.

Ver qué otras actividades pueden competir con esta y obtener un resultado similar.

La respuesta es parte de una investigación íntima e individual, cuyo fin último es diversificar las fuentes de bienestar.

Uno de los riesgos para las sociedades tecnológicas en salud sexual es que, ante tanta abundancia de fuentes externas, recursos inmediatos y posibilidades, dejemos de explorar internamente nuestra capacidad de placer. Aunque parezca paradójico, las soluciones sobre la arquitectura del placer están en el placer mismo.

Sexualidad

Salir del armario

Una visión reduccionista y empobrecedora de lo que significa «salir del armario» puede arrastrar consecuencias nefastas

«Salir del armario» es una expresión que, en lo que respecta a la sexualidad, hace referencia a dar a conocer a los otros y a una/o misma/o la propia orientación sexual.

A este tipo de acciones conviene otorgarles la seriedad que embisten y prever sus consecuencias individuales, especialmente en relación a la función o rol que tengas para un grupo dado.

En primer lugar, «salir del armario» es mucho más que comunicar una orientación sexual, dado que lo que anuncia es un cambio que afectará profundamente la vida emocional, sexual y social del anunciante. Contrariamente a lo que afirman los freudianos ortodoxos, hablamos de una orientación y no de una elección. Creemos que la orientación sexual no se elige aunque, a veces, se pueda optar por reprimirla o no.

La trascendencia de «salir del armario» es tal, que generalmente hay un antes y un después. El anuncio reformula los vínculos aún cuando no sean contactos íntimos.

Su potencial sexual, emocional y de compromiso se orienta hacia personas del mismo sexo o hacia ambos sexos, lo cual puede modificar substancialmente su plan de vida

La sexualidad no hace referencia únicamente a la atracción y a la funcionalidad orgánica, a «quien hace qué», sino también a la capacidad de amar. La mayoría de la gente tiene más capacidad de amar a una persona del sexo opuesto. Sin embargo, alguien que «sale del armario» anuncia que no pertenece a esa mayoría. Su potencial sexual, emocional y de compromiso se orienta hacia personas del mismo sexo o hacia ambos sexos, lo cual puede modificar substancialmente su plan de vida.

Social y laboralmente, las repercusiones de hacer pública la homo o bisexualidad suelen ser importantes y, en ocasiones, duras de sobrellevar. Esto es especialmente así en aquellas comunidades en las cuales ser gay o bisexual es una etiqueta con una fuerte carga negativa. Porque, digámoslo claramente, salir del armario muchas veces es ponerse una etiqueta social que no resulta favorecedora. Cuando tu entorno considera que la homosexualidad es una enfermedad, un pecado o un vicio, entonces asumir esa etiqueta puede representar una condena social.

La importancia del contacto con otros LGTB

En general es común que, una vez que se incorporen a un grupo de iguales, los gays, lesbianas y bisexuales encuentren que hay muchos más factores de peso que la orientación sexual a la hora de relacionarse. Pero ese conocimiento lo otorga la experiencia de conocer y de pertenecer. Es lo que se denomina la experiencia en el endogrupo.

Para alguien que no tiene relaciones con personas LGTB, los homosexuales suelen ser mucho más homogéneos, idénticos o parecidos que para quien conoce al grupo en profundidad. Es el beneficio del contacto directo.

Muchas veces esto implica que, desde un entorno escaso de referentes, hay una única forma de ser gay y habitualmente esa forma no es positiva, deseable ni saludable.

Cuando oímos frases como “los gays son…” ya sabemos que lo que pesa en esa afirmación es el etiquetado y no la unicidad del ser

Muchas personas que están en el armario o que tienen dificultades para sentirse cómodos con esa etiqueta, arrastran esas creencias sociales peyorativas sobre los homosexuales. Una de las consecuencias esperables para quien mantenga esas creencias es que difícilmente estará a gusto en la comunidad gay.

En cambio, para muchas lesbianas, gays y bisexuales que tienen suficiente conocimiento de su entorno y mantienen pocos prejuicios sobre el arco iris, hay tantas formas de ser como seres hay.

Cuando oímos frases como “los gays son…” ya sabemos que lo que pesa en esa afirmación es el etiquetado y no la unicidad del ser.

Por eso es tan complicado salir del armario, si tus seres queridos tienen una idea preconcebida de lo que es «ser maricón o bollera», entonces tendrás que lidiar con todas las dificultades sexuales, emocionales y relacionales propias tu orientación y las del etiquetado social. No hay un «modo seguro» de «salir del armario» que te exima de estas situaciones.

Ten en cuenta que dar a conocer tu orientación sexual minoritaria es, sobre todo, una revolución en el epicentro de tu identidad. Pero no estás solo/a, tu entono también tiene capacidad de reacción y, como suele pasar en muchas revoluciones, algunas caras conocidas no sobreviven al cambio.

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