Aislamiento juvenil: todo el día encerrado en casa
Llega el verano y nuestro hijo/a adolescente pasa la mayoría de su tiempo en casa en un aislamiento juvenil inquebrantable. Esta situación puede levantar alarmas sobre el bienestar general del joven. Desde una perspectiva psicológica y profesional, es crucial entender las múltiples dimensiones de este fenómeno, así como sus causas y consecuencias
La escena se repite en infinidad de hogares: un joven de 16 años pasa la mayor parte del día frente a una consola de videojuegos, aislado de cualquier interacción social significativa. Este comportamiento puede ser indicativo de una condición conocida como «aislamiento social», que en muchos casos está estrechamente relacionada con el uso excesivo de la tecnología. La tecnología, en particular los videojuegos y las redes sociales, ofrece un refugio fácil y atractivo para muchos adolescentes. Sin embargo, cuando su uso se convierte en una obsesión, puede llevar a una desconexión del mundo real y a una serie de problemas emocionales y sociales. La interacción humana cara a cara es fundamental para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, y su falta puede afectar negativamente la autoestima, la empatía y la capacidad de comunicación del joven.
Etiología, mantenimiento y cronificación del aislamiento social
El primer factor que considerar es la duración del fenómeno. Pasar un verano de “aislamiento social” puede no ser plato de buen gusto para varios miembros de la familia. Sin embargo, también puede ser parte de una evolución personal. Una etapa de inclinación al placer inmediato y a la recompensa que ofrecen los videojuegos, aunque alienante, no merece la pena patologizarse, sobre todo si consideramos que no necesariamente generará un daño duradero sobre sus capacidades.
Muy distinto es, en cambio, cuando el aislamiento se ha transformado en “la canción del verano”. Si desde temprana edad nuestro hijo/a mostró una preferencia por quedarse en casa, es importante desde ese momento poder equilibrar el tiempo que pasa en cuatro paredes. Pero si este comportamiento ha sido reforzado por la respuesta de los padres, quienes generalmente evitaban situaciones que pudieran incomodarlo en lugar de enseñarle a enfrentarlas y superarlas, entonces la respuesta de aislamiento se consolida.
Este componente evitativo junto a la inclinación al placer puede formar un combo difícil de modificar. Muchas veces, uno o ambos padres protegen y facilitan este comportamiento, contribuyendo al problema. La sobreprotección y el deseo de evitar el conflicto pueden impedir que el joven desarrolle autonomía y habilidades para enfrentar el mundo exterior.
Ante la ausencia de amigos no virtuales y la negativa a comunicarse con compañeros de clase, los padres tienden a buscar que se relacione con la familia, en la seguridad del clan o le encuentran ocupaciones de cumplimiento obligatorio, estas opciones no inciden favorablemente en las habilidades sociales ni en la ansiedad social.
Abordando el problema y las posibles soluciones
Al abordar el aislamiento como un fenómeno crónico, que se repite cada verano, no debemos “ir de psicólogos” y diagnosticar a nuestro hijo con un problema de salud mental, pero sí estar alertas a las repercusiones que el aislamiento prolongado pueda tener en el desarrollo psicológico y social del joven. Es importante que un profesional sea capaz de descartar la presencia de depresión y altos niveles de ansiedad que puedan motivar la soledad y la falta de interacción social. Algunas veces, la ansiedad del adolescente proviene de un mal manejo de los recursos lúdicos y del placer: el joven se queda despierto hasta el amanecer jugando a la consola, tiene horarios de comer y dormir intempestivos, le cuesta seguir mínimamente el ritmo del resto de la familia o hacer aportaciones en casa con las labores, y descuida su higiene personal.
Si la situación se repite año a año, la falta de práctica en situaciones sociales y la escasa capacidad de postergar y gestionar el placer pueden llevar a tener mayores dificultades en la vida adulta. Además, pasar largas horas sentado con la consola puede contribuir a problemas físicos como la obesidad y complejidades relacionadas con un estilo de vida sedentario. Por lo tanto, es fundamental que los padres comprendan la situación y busquen maneras de abordar el problema de manera efectiva.
Algunas veces, la ansiedad del adolescente proviene de un mal manejo de los recursos lúdicos y del placer
Primero, es esencial establecer una comunicación abierta y sin juicio con el joven. Preguntar sobre sus intereses y preocupaciones puede ayudar a entender mejor sus motivos para preferir el aislamiento. Comprender cómo están sociabilizando y explorando su sexualidad nos puede ayudar a entender su momento vital. Segundo, limitar el tiempo de pantalla y fomentar actividades alternativas puede ser beneficioso. Proponer actividades físicas breves, hobbies o incluso pequeños trabajos domésticos puede ofrecer un cambio de ritmo. Diseñar una rutina -como ir de colonias o realizar viajes con familiares- extensa e intensa puede resultar excesivo y contraproducente. Una actividad concisa y breve, de unas pocas horas, puede ser una opción mucho mejor. Tercero, buscar oportunidades para la interacción social, como ofrecerle actividades comunitarias o deportivas, puede ayudar a desarrollar habilidades sociales.
También debemos tener en cuenta que estas opciones son más efectivas si se encadenan con el final del curso y no se produce un parón en las rutinas establecidas, de modo que las anticipamos a la situación de aislamiento social.
La intervención profesional también es crucial. Un psicólogo puede trabajar con el joven para abordar posibles ansiedades y desarrollar estrategias para enfrentar el mundo exterior. Además, la terapia familiar puede ayudar a los padres a entender mejor el problema y a aprender formas de apoyar al joven sin sobreprotegerlo.
Finalmente, es importante que los padres modelen un comportamiento saludable desde el ejemplo. Sin que ello implique que padres muy deportistas sostengan expectativas de tener hijos muy activos. No basta con predicar con el ejemplo con los hijos adolescentes. Mantener una rutina equilibrada, limitar el uso de la tecnología y fomentar actividades en familia puede tener un impacto positivo. A través de una combinación de comprensión, comunicación y acciones concretas, es posible ayudar al joven a salir del aislamiento y a desarrollar una vida más equilibrada y satisfactoria.