Sexualidad sana y enferma

Sexualidad

Sexualidad sana y enferma

Que tu expresión sexual no sea sana o que forme parte de una enfermedad, es un miedo que tiene el poder de agitar, atormentar o incomodarte. Pero en muchos entornos culturales tu arquitectura del placer podría considerarse anormal, artificial o enfermiza y ello no significa que lo sea.

A un nivel fisiológico y funcional, muchas partes de tu cuerpo no sirven únicamente para un propósito. Por ejemplo, los labios no sólo cumplen un importante papel en la comunicación y la alimentación, también tienen un importante función a la hora de besar y de practicar sexo oral. De tal manera que muchas partes de tu cuerpo que se relacionan con la sexualidad son multifuncionales.

Arquitectura del placer

Así como tu organismo puede tener múltiples funciones, la sexualidad no siempre se limita a cumplir una función reproductiva. De hecho, frecuentemente construimos una arquitectura de placer alejada de la reproducción.

En esta arquitectura del placer, una persona puede buscar masturbarse antes de dormir para relajarse o puede mantener relaciones sexuales en momentos angustiantes o estresantes para liberar tensiones. En esta arquitectura del placer, una persona puede utilizar una relación sexual para evadirse de una sensación de soledad.

Qué es sano y qué es enfermo en la sexualidad, más allá de los convencionalismos, merece analizarse de manera individualizada.

Daño y dolor

Lo que define lo insano es aquello que produce un daño psíquico, físico o emocional en el otro o en uno mismo. El consentimiento o la consciencia son matices que pueden valorarse, pero la necesidad de hacerlo ya nos debe llamar la atención sobre la práctica.

El dolor psíquico y emocional, relacionados con la sexualidad, se acercan más a formas de crueldad.

El dolor físico, en cambio, nos sirve como señal de advertencia. De manera temporal o definitiva, nos indica que detengamos o reduzcamos la intensidad de lo que estamos haciendo. Pero las claves del daño y del dolor no únicamente provienen del propio organismo, la cultura, las costumbres y los elementos de nuestro entorno también señalan que hay prácticas sexuales que deben evitarse o que se consideran dañinas.

«Normal», «natural» y «sano»

Cuando la sexualidad no reproductiva y la arquitectura del placer se enfrentan a la pregunta de qué uso le damos a la sexualidad, muchas veces toda tu estructura parece tambalearse. Lo «normal», «natural» o «sano» cuando provienen de esta cultura reproductiva, condenan toda expresión sexual que no acabe en la fecundación.

Esta visión se alimenta de tus propios juicios, sospechas y dudas: si estás pensando en tu sexualidad «será por algo», «cuando el río suena, agua trae». La culpa, que apuntala nuestros pensamientos y nos remite a nuestra educación, no necesariamente sirve para diagnosticar un problema.

La problematización de la sexualidad no reproductiva es un producto cultural, ético y religioso en el que no debe confundirse con lo «sano» y lo «enfermo».

Análisis del problema: dependencia, frecuencia y exclusividad

Construimos una arquitectura de placer alejada de la reproducción

Cuando la sexualidad causa un malestar psíquico, físico o emocional en una o ambas partes durante un tiempo prolongado, entonces vale la pena consultar a un médico o a un psicólogo. Quien quiera hablar de su salud sexual porque considera que tiene un problema, deberá analizar su arquitectura de placer y contemplar la frecuencia, dependencia y exclusividad de sus prácticas. Por exclusivas nos referimos a cuando existe un único recurso disponible.

Si la única manera que tenemos de combatir la soledad es teniendo relaciones sexuales con desconocidos y la única forma de dormirnos es masturbándonos diariamente, entonces podemos contemplar la posibilidad de ampliar el abanico de opciones.

Ver qué otras actividades pueden competir con esta y obtener un resultado similar.

La respuesta es parte de una investigación íntima e individual, cuyo fin último es diversificar las fuentes de bienestar.

Uno de los riesgos para las sociedades tecnológicas en salud sexual es que, ante tanta abundancia de fuentes externas, recursos inmediatos y posibilidades, dejemos de explorar internamente nuestra capacidad de placer. Aunque parezca paradójico, las soluciones sobre la arquitectura del placer están en el placer mismo.

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