Falsas creencias sobre el suicidio

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Falsas creencias sobre el suicidio

Repetidas hasta el cansancio, populares y categóricas, las falacias son argumentos en apariencia lógicos pero intrínsecamente erróneos. Las falacias sobre el suicidio, además, tienen un enorme potencial destructivo

Una tentativa de suicidio, especialmente cuando es perpetuada a un ser querido, nos conmociona profundamente cuando se interpreta como un atentado contra el propio ser. Distintas falacias sobre el suicidio parecen protegernos de esa conmoción y alejarnos de esa interpretación. No sorprende, entonces, el enorme éxito y alcance social que estos razonamientos engañosos han recibido.

“Quien se va a matar, no avisa”

Falacia sustentada bajo la creencia de que “el suicidio es un acto impulsivo que no se piensa, por ende, el que realmente se va a matar, no avisa”.

La realidad es que hay suicidios planificados y no planificados, depende del grado de impulsividad que tenga el suicida. Como sea, el suicidio no es siempre un impulso incontenible ni un acto carente de lógica. Puede ser una acción muy bien meditada y detalladamente planificada. En muchos casos, anunciada.  

Dar a conocer las intenciones suicidas es muy frecuente, aún en suicidios consumados, sean estos productos de un impulso o no.    

“Cuando alguien habla de suicidarse es para llamar la atención”

Falacia sustentada bajo la creencia de que cuando se manifiestan intenciones suicidas se busca una ganancia secundaria de cuidado y atención por parte de los otros.

Cuando nos enfocamos en las ganancias que puede encontrar alguien que dice querer perder su vida, tapamos el sol con un dedo.  A pesar de que hay períodos vitales, como la adolescencia, en los cuales el suicidio puede ser una idea más recurrente, el anuncio suicida no merece ser desestimado como un mero intento de llamar la atención. Básicamente porque infravalorar este anuncio, pueden concluir con la muerte misma del anunciante.  

“El suicidio es de cobardes, es la salida fácil”

Falacia sustentada en la creencia de que el suicida es quien está escapando de una situación que no afronta con valentía.

Un superviviente de una tentativa de suicidio no necesita jueces, sino un entorno amigable y recursos

¿Alguien puede sostener la creencia de que suicidarse es fácil? Como señalaba el filósofo Kishnamurti “preguntarnos cómodamente sentados en casa o en un laboratorio si un hombre debe o no suicidarse, eso carece por completo de sentido”. Juzgar una tentativa de suicidio o a un suicida es absolutamente innecesario y contraproducente. En todo caso, un superviviente de una tentativa de suicidio no necesita jueces, sino un entorno amigable y recursos.

“No se puede hacer nada por el suicida”

Falacia sostenida en que la muerte del suicida es inexorable e inevitable.

Evidentemente la intervención psicológica y terapéutica ha evidenciado que hay mucho camino por recorrer con los supervivientes de un atentado suicida. Un suicida no siempre es alguien carente de razón y no necesariamente padece un trastorno.  

El apoyo del entorno puede ser decisivo en la reformulación del objetivo del suicida. Por ello, es importante que no se señale a un suicida como un “caso perdido” ni se lo catalogue a la ligera como “responsable” de sus desgracias.   

Generalmente consideramos víctimas a quienes padecen un acontecimiento contrario a su voluntad y sobre el que no tenían control alguno. Resulta contraintuitivo que alguien pueda ser víctima de un acontecimiento autoprovocado, sobre todo cuando conoce las consecuencias de sus actos. Sin embargo, con independencia de sus intenciones y conocimientos, ¿el suicida no es una víctima? Reconocer esa cualidad de víctima y lo contraintuitivo que es el suicidio, nos ayuda a entenderlo. 

“Nadie es responsable de un suicidio”

Falacia sostenida desde la creencia de que cada uno es dueño de su destino y el suicida es el único responsable de sus actos.

Rodeados como estamos de casos de acosos de múltiples naturalezas: bullyingmobbingacoso sexual, no podemos dejar de señalar que el suicidio no sólo debe analizarse teniendo en cuenta la conducta del suicida, sino que debe incluir la del entorno.  

El entorno no sólo puede influenciar o promover la acción suicida, sino que, además, puede inducirla directa o indirectamente. 

Además de sus connotaciones psicológicas, inducir a alguien al suicidio es un delito “castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años” según la legislación vigente española.  

Hasta aquí, cinco creencias falsas sobre el suicidio que se han repetido hasta considerarse verdaderas. 

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